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Sobre “Asuncenarios”, de José Pérez Reyes


José Perez Reyes, autor de "Asuncenarios"

Hay una doble intención en este libro de relatos. La primera, explicitada, tiene que ver con el título: el neologismo “Asuncenarios” pone el acento tanto sobre las actividades realizadas en los escenarios asuncenos, como en los escenarios mismos. Por otro lado, la maquinaria literaria de José Pérez Reyes funciona en un plano más conceptual y profundo, por medio de la manipulación de ciertas metáforas del acervo retórico de los asuncenos y, también, de la creación de nuevas palabras para dar mejor cuenta de lo narrado. Salvo un par de autores –Lito Pesolani y Jorge Kanese-, este último es un territorio muy poco explorado por la literatura paraguaya.

Trece cuentos conforman esta antología publicada por la editorial Arandura el año 2012. En una primera lectura, salta que los relatos podrían haberse ambientado en cualquier lugar, puesto que estadios de fútbol, shoppings, bares, habitaciones, inundaciones o colectivos hay en todas partes. La ciudad que sirve como marco, como escenografía, no es considerada en su arquitectura, calles, la densidad de su aire; solo se mencionan vagamente un par de barrios (nombres, solo nombres), nada que identifique una particularidad. Sin embargo, la violencia política y la degradación social, así como cierto dejo melancólico en el extravío existencial de los habitantes, son marcas folclóricas. Al igual que la intervención del castellano –por insuficiente, por inadecuado-, aunque el autor lo hace sin recurrir al guaraní, que es la salida más típica en la literatura nacional.

Dos ejes temáticos estructuran el libro.

El primero, de carácter sociopolítico. “Ambidiestra”, que abre la colección, se asienta en la ambigüedad: la narradora cuenta sus experiencias como periodista para dos periódicos, uno de ellos oficialista y el otro opositor. Tenemos de entrada un territorio móvil e inestable, el suelo asunceno. Continúa “Pignorar”, título en el que se juega con las palabras pig (cerdo) e ignorar: el asunceno ignora como un cerdo todo a su alrededor. Ignora puercamente, de manera intencional. En este cuento hay una rareza: ¡un taxista de izquierda! El narrador va en taxi a obtener su pasaporte para salir el país. En el trayecto, el taxista le sugiere, por medio de una historia, que su deseo de huir es imposible: el país solo se puede abandonar con la muerte. En “La filmación”, un camarógrafo europeo cuenta su fantástica experiencia en Asunción durante el rodaje de una película; pero, como señala el relato anterior, esto solo ocurriría en un mundo paralelo. Más adelante, tenemos confrontadas dos percepciones históricas de la ciudad. En “Ida y vuelta” (quizá el mejor relato del libro), un joven encuentra a su antigua niñera en un colectivo, pero no se atreve a hablarle, por vergüenza, porque no recuerda su nombre y además por parecerle que ella no lo recordará. Tuvo una niñez feliz y se conforma con recordarla vagamente y mira sin ser notado a la única huella de ese paraíso: su niñera. Este pasado, por supuesto, idílico, es retrucado en “Inundación”, que cuenta la historia de la vuelta de un hombre al país después de muchos años: lo encuentra todo deteriorado. Entonces da un paseo por el río, tratando de recuperar esa ciudad que conocía, o que creía conocer, y allí le develan una historia atroz que él desconocía: durante una inundación el agua hizo brotar huesos humanos de los sótanos de una mansión. Asoman los abusos de poder… ¿de una dictadura?, ¿pero cuál? Hay para elegir. “Aguas y cúpulas” y “Pesadilista” se basan en una perversión lingüística: un hombre harto de las quejas por los problemas de suministro de aguas, libera los tanques para “ahogar todos los reclamos”, provocando una enorme inundación; y una mujer despierta y encuentra sus sábanas escritas con las listas de candidatos para una votación: las listas-sábana hechas realidad.

El segundo eje es socioeconómico. Se tematiza la imposición por parte del estado del capitalismo, cuyas reglamentaciones extravían e indignan a los ciudadanos. Las determinaciones del gobierno provocan un estado de vida esquizoide que no puede más que causar situaciones de pesadilla. En “Carnet de fiel consumidor”, se exige a los ciudadanos un nuevo tipo de identificación basado en sus compras. “Doble pérdida” habla de la moda impuesta por estado, carente de gusto estético, desorganizado en la distribución y difícil de comprender; muy similar, por cierto, a la moda impuesta por la pobreza. “Muy cercanas” relata la expectativa que causa un canal de televisión al visitar un barrio, debido a un hecho violento: los ciudadanos están ansiosos por salir en televisión, para encontrar su minuto de fama. En “Vio.Leen.Cia” se narra la violencia omnipresente. “Recolección” aborda la desigualdad social y otra vez la muerte omnipresente. Y en “Incident(bar)”, se refleja la necesidad de los asuncenos de sacar partido de lo que se presenta a mano: usualmente hechos dolorosos, ligados a la locura, la corrupción política y la muerte.

En cierta manera, “Asuncenarios” retrata la pesadilla asuncena. Lo hace con cierto humor, ternura y con literatura lúdica. Incluso, se juega con la prosa periodística y policial, es decir, se hace protagonistas a las dos literaturas principales en la vida de la capital paraguaya.

Me gustaría, finalmente, hacer un comentario sobre la edición: el diseño de tapa (con su fotografía de postal barata), la espantosa tipografía de los títulos, etc., todo repele. Puede alegarse una estética pop-cha’e, o avá-pop, pero no convence. Paraguay tiene una larga tradición de libros de diseño editorial horrible: este es uno de sus máximos exponentes. Por suerte, la prosa de José Pérez Reyes salva.


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